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EL EGO DE LA MENTE CREADORA

 

El ego del artista en muchos casos supera la capacidad del entendimiento, pero ¿cómo hace para crear sin su ego? Si no confiara en sí mismo, si no supiera que está haciendo bien las cosas, no podría exponerse a la crítica por más talentoso que fuera. No se puede separar un artista de su ego, no podría subsistir sin él como tal. 

En el lenguaje coloquial, se suele confundir y hacer referencia al ego como exceso de autoestima.

El ego mal dosificado genera una arrogancia hiriente hacia los demás. En esa eterna pelea entre el ello y el superyó, la humildad es la cualidad a la que se debería recurrir con más frecuencia. El ego nos lleva adelante en nuestro trabajo, pero también deberíamos ser sabios y aprender a escuchar a aquellos que nos rodean para “enriquecernos aún más”.

 

Así también como la solidaridad, que abre puertas en la dura competitividad de la carrera artística, “los tuyos, los míos, los nuestros”, nos permitirán crear un universo de mayor alcance para nuestras obras.

 

 No siendo una cualidad exclusiva de los artistas, pero por ser ellos los más expuestos en la vida cotidiana,  el artista no debería dejar que el exceso de autoestima lo opaque y por ende a su obra, no se debe olvidar que esta es la proyección de su ser.

 

Por último, un artista hace pública su obra para que la aprecien no para que la juzguen, para que el espectador le encuentre algo significativo, si para él lo hubiera. Al olvidar o desconocer el espectador estas premisas, por lo general el artista suele recurrir a su ego como un mecanismo de autodefensa para sobrellevar contrariedades, rechazo o incomprensión hacia su trabajo. Siendo el artista una persona sumamente sensible, podría este, de manera inconsciente argumentar en contra de la crítica con frases arrogantes. Esto con la inofensiva finalidad de autoprotección, haciéndolo caer muchas veces en el error de no saber escuchar.

 

No somos una raza aparte, somos seres humanos y por lo tanto falibles.

 

Eric J. Lagarrigue

Nota Editorial para la revista literaria Umbral N°8 de junio 2014

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